viernes, 25 de febrero de 2011

Iglesias vacías, Iglesias cerradas

La semana pasada robaron en dos de las Iglesias de mi pueblo.
En una, aprovechando un descuido del santero, se llevaron la cruz de altar.
En otra, entraron de madrugada, y robaron las potencias y la corona, de las imágenes del Señor y de la Virgen.

Justo cuándo llevaba yo algunas semanas dándole vueltas a un tema: Las Iglesias cerradas.

Creemos que en cada sagrario está Dios. Pero la verdad, a mí me da mucha pena cuándo voy de visita a algún sitio y veo la Iglesia del pueblo o del barrio cerrada.
Cuándo la ves abierta es cómo si te fueras de viaje y supieras que, al lado del sitio a dónde vas, vive tu Amigo. Pero cerrada hay quién ha dicho que es como ir a ver a un Amigo y saber que lo tienen "encerrado".
En mi pueblo de más de 30 000 habitantes, con más de nueve iglesias, sólo dos abren durante el día (fuera del horario de Misas). Últimamente, ni siquiera abren por la tarde, sólo por la mañana.

Y da pena pasar por mi parroquia y verla cerrada.
Pero ¿De quién es la culpa?
A veces he pensado que la pueden tener los sacerdotes. Digo yo que un cura de pueblo (de ciudad puede ser que estén más ocupados) puede estar al menos una hora al día en su Iglesia, sentado en el confesionario...
Pero tampoco tienen ellos la culpa, no podemos engañarnos pensando que todo es cosas de los sacerdotes que no abren las Iglesias.
Cuándo las Iglesias están solas, el peligro de robo aumenta.
Por eso, por miedo a los robos, casi ni se abren las Iglesias. El robo en mi pueblo hará que esa Iglesia, que tanto ha costado mantener abierta por las mañanas, acabe restringiendo más su horario.

¿Qué podemos hacer nosotros?
Pues empezar a entrar más en las Iglesias. Si pasamos por delante de alguna y tenemos tiempo, podemos entrar a saludar al Señor.
Porque si vamos a arreglar unos papeles y pasamos por delante de casa de fulanito, nos paramos a saludarle.
¿Porqué no hacemos eso con el Señor?


Poco a poco, colaborando nosotros y con un poco más de interés de los sacerdotes, puede que nuestras Iglesias se vayan abriendo más.

De momento, ¡A saludar al Señor cuándo pasemos por una Iglesia!

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